La
ilustración de esta novela de la autora francesa Delphine Bertholon,
no pasa inadvertida a la hora de recorrer la mirada por los
escaparates de las librerías; estos personajes femeninos
blanquecinos son utilizados habitualmente por la escritora para
ilustrar las portadas de sus novelas. Como curiosidad mencionar que
es difícil encontrar una relación entre la imagen y el contenido de
lo narrado en la misma. Es más bien pasión por estas modelos que ya
asocias con la autora por el gusto demostrado hacia ellas.
Novela
de familia con un argumento al que no le falta ningún ingrediente de
las catalogadas como suspense e intriga. Una madre reúne a sus dos
hijos ya adultos para hacerles participe de un secreto guardado durante décadas
y que desvelará hechos ocurridos en el pasado y desconocidos para
ambos.
Los
personajes son de una sencillez que roza lo común, cada uno tiene
muy bien delimitado su perfil que nos vienen dados por sus actos e
intervenciones a lo largo del relato. Sus vidas son cotidianas, sus
experiencias propias de cualquier mortal... así parece hasta que
afloran el peso de las sombras del pasado; junto a ellas, el odio,
los celos, el amor obsesivo, la desconfianza, los reproches y la
locura guardada a lo largo de treinta años, provocarán la necesidad
de confesar el misterio que ha marcado dramáticamente la vida de una
mujer atormentada, deseosa de descargar culpas y compartir su
tragedia.
Resulta
difícil entender el relato hasta casi la mitad del libro; la causa
es el pulso narrativo a dos bandas de madre e hijo que no acabas de
comprender y que en ocasiones te provoca abandonar su lectura de no
ser porque existe una desaparición no desvelada hasta el final de la
novela.
No
es novedoso en cuanto a los rasgos de recurrir a un diario como
recurso para sumergirse en la memoria, tampoco lo es el efecto que
ya sabemos que causan las sombras de las culpas, ni la urgencia por
la redención, ni la necesidad del perdón y comprensión.
La
novela invita a la reflexión y a una mirada interior en todos y cada
uno de los personajes e incluso la hace extensiva al lector; todos
somos poseedores de secretos y gozamos de la potestad de su “uso y
disfrute”...
Final
previsible, entretenida, de buen ritmo y aunque no es la novela del
siglo, tampoco es como para no recomendarla. Animaros a contar algún
secretito al oído de alguien de vuestra entera confianza, algo
francamente escaso...
“El
amigo que mejor te guarda un secreto es aquel al que no se lo
cuentas”.
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