Ya
le ha tocado el turno a la última novela de Mario Vargas Llosa... he
tenido que esperar un poco porque mi querida Pilar estaba leyéndola
y no quería ser impertinente y adelantarme al comentario de la
misma, porque ella es una de mis fieles seguidoras y no está el
asunto para perder adeptos a la causa.
El
otro día ambas cambiábamos impresiones sobre el libro y de paso
sobre el autor; Vargas Llosa es uno de los escritores más leídos de
América Latina y yo me inicié en su andadura con una novela de la
que guardo un entrañable recuerdo; “La tía Julia y el
Escribidor”, en ese momento decidí que seguiría su
producción literaria y así lo he hecho, lo que no quiere decir que
todo lo que ha escrito haya sido de mi entero agrado; pero esa es
otra historia...
La
novela cuenta dos vidas paralelas; dos son también los
personajes principales que se convierten en la columna vertebral de
la trama de la misma; Felícito Yanaqué e Ismael Carrera...en un
ambiente de extorsiones, corrupción, amenazas, miedo y chantaje,
estos, se tienen que enfrentar lo más dignamente posible a una serie
de imprevistos que alteran el curso de sus vidas. La solución
elegida por ambos aún siendo de características diferentes, los
convierte en “héroes discretos” por la rebeldía que derraman en
sus actos y los propósitos de anteponer la justicia y el honor por
delante de la cobardía y la debilidad.
Recuperando
personajes conocidos de su trayectoria literaria, la novela se va
perfilando con todos los ingredientes puros a los que el autor nos
tiene acostumbrados. Se podría interpretar una intencionalidad de
reconocimiento a la valentía de gente corriente cuyas conductas
desafiantes pasan de puntillas en una sociedad donde la mezquindad se
ha institucionalizado.
Está
bien narrada, fácil de seguir por la alternancia en capítulos de
los hechos que rodean a cada protagonista, riqueza de vocabulario en
todos los sentidos, mezcla de melodrama y pasajes de humor que hacen
del texto un relato entretenido. No es una obra maestra, tal vez no
de las mejores, pero responde a las necesidades literarias de los que
queremos leer historias cotidianas de gentes corrientes, ambientes
conocidos y finales que demuestran que sobrevivir es un acto
brillante donde la discreción queda en un merecido segundo plano.
“El
problema de hacer un favor una vez o asentir continuamente a todo, es
que el día que dejas de hacerlo te conviertes en alguien
despreciable para quien hasta entonces saca provecho de ti”.
Talmente de acuerdo!
ResponderEliminar(y nada de ser anónima, soy la larga/fashion!)