Ayer,
terminé otro éxito de “escaparate de librerías” de esos que últimamente me ha dado por leer. “Morir
no es lo que más duele”, es la primera novela de Inés Plana, un thriller
psicológico que campea entre el género de ficción y la novela negra de crimen y
misterio. Preferiría deciros que me ha gustado, pero os mentiría y por supuesto
sin ser demasiado agresiva y desconsiderada, voy a explicar las razones de tan
sincera confesión.
Un hombre aparece ahorcado en un pinar a las afueras de Madrid, con
los ojos arrancados de cuajo. En uno de sus bolsillos se halla un
misterioso papel con el nombre y la dirección de una mujer: Sara
Azcárraga, que vive a pocos kilómetros del escenario del crimen. Frágil,
solitaria, bebedora de vodka en soledad, Sara rehúye cualquier contacto
con los humanos y trabaja
desde casa. El teniente de la Guardia Civil Julián Tresser se hace cargo del caso, asistido por el joven cabo Coira, que se enfrenta por vez primera a una investigación criminal, una investigación difícil, sin apenas pistas, con demasiados enigmas. A medida que el teniente Tresser avance en sus indagaciones, descubrirá unos hechos que darán un trágico vuelco a su existencia y le conducirán a un viaje a los infiernos que marcará su vida para siempre.
desde casa. El teniente de la Guardia Civil Julián Tresser se hace cargo del caso, asistido por el joven cabo Coira, que se enfrenta por vez primera a una investigación criminal, una investigación difícil, sin apenas pistas, con demasiados enigmas. A medida que el teniente Tresser avance en sus indagaciones, descubrirá unos hechos que darán un trágico vuelco a su existencia y le conducirán a un viaje a los infiernos que marcará su vida para siempre.
Llegas entusiasmada,
vuelves el libro, lees la sinopsis, abres los ojos y dices: “promete”, “me
gusta”, te lo llevas a casa, te gastas el dinero y empiezas con entusiasmo lo
que seguramente has pensado es la novela del verano…, tras las primeras veinte
páginas, la decepción va asomando tímidamente vaticinando el peor de los
presagios, augurios que se hacen realidad mucho antes de la mitad de la historia,
las restantes casi cuatrocientas “hojitas”, van a ser una misión imposible y
por supuesto la confirmación de haberme equivocado por cuarta vez en lo que va
de año.
Es el momento, en el
que me pregunto si las personas que alaban y ensalzan estas novelas, de verdad
se la han leído, o solo son lectores al servicio de las editoriales y
periodistas encargados de garantizar las ofertas de lecturas de ventas con
éxito seguro. No quiero ser cruel con esta periodista oscense, a la que le han
caído muy mal las críticas de otros lectores, que aleluya, piensan lo mismo que
yo; quiero ser justa y expresar con honestidad lo que en realidad ha sido para
mi, ésta su primera incursión literaria y casi seguro que la última mía.
Es una historia de
investigación con un buen arranque, un ahorcado con una notita en un bolsillo, el
despegue “pegamento” que le digo yo. El marco socioeconómico se mueve en los
momentos previos a nuestra gran crisis económica, la trama está basada en una experiencia
vivida por la escritora, muy lineal, cargada de reflexiones que sobran y no
tienen justificación en el relato, la importancia del pasado ensombrece los
acontecimientos del presente, además de un ir y venir en el tiempo con
demasiada frecuencia, haciendo muy repetitivos los recuerdos que nutren el
argumento. Tensión narrativa escasa por lo predecible de la historia, se llega
a conocer al asesino y sus andanzas pasadas desde el principio, lo que priva al
lector de participar en el juego policial y reduce el porcentaje de
entretenimiento a la categoría de “aquí no va a pasar nada”.
Pero si algo podría
haber salvado a “Morir no es lo que más duele”, eran los personajes y la verdad
que en el fondo es lo más criticable de la novela. Demasiados actores que
aportan detalles irrelevantes a la obra, en el caso de los policías se llega a
la confusión más absoluta, entre otras razones por la similitud de nombres, no
hay jerarquía de protagonistas y ninguno está construido con la solidez como
para ser creíble. Pensé que la traductora sería la protagonista y narradora
principal y como siempre me equivoqué.
Salvo el incidente de
la aparición del ahorcado, no hay giros ni sobresaltos que hagan de esta novela
un relato que crece en tensión, se hace lenta y monótona, en lo poco que
entiendo, existen fallos narrativos escandalosos y desvelar al asesino ha sido
para mi imperdonable, además de tener que aceptar ciertas casualidades que hay
que entrarlas en la trama casi que con calzador. Del final solo decir que
cierra la falta de acierto de “Morir no es lo que más importa”.
A pesar de esta reseña
tan poco afortunada pero sincera, puedo recomendarla para las horas de sol y
playa, a los amantes de los thrillers al estilo clásico, con muertos, polis,
asesino trasnochado y mentiras del pasado que afloran para recolocar tras
décadas un presente demasiado caótico. Como siempre mis respetos a los
escritores y mis lamentos como consumidora de lectura que defraudan por
campañas de marketing deshonestas y peseteras.
“Nunca se conoce a las
personas del todo. En cada una habita una sorpresa o una decepción”.
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