Se ha
convertido en algo habitual leer a este escritor catalán, Alejandro Palomas
nunca decepciona, sus relatos en los que la familia juega un papel importante,
siempre resultan bienvenidos y reconfortantes. En esta ocasión es una historia
en la que según su particular visión del universo familiar, va dibujando un
lienzo cargado de sentimientos, donde la finalidad de sobreponerse al dolor y a
la soledad mueve los resortes de una tribu, cuyos personajes ya nos resultan
conocidos.
Cuatro miembros de una
misma familia se reúnen con motivo de la muerte de Constanza, la abuela, y
vínculos y desarraigos surgen en torno a ellos a lo largo de un fin de semana,
en un relato introspectivo, poético y coral, que describe un pequeño universo
cerrado con mucha fuerza emotiva. Los sueños y anhelos de una familia rota por
un secreto oculto durante años.
Constanza acaba de morir tras una larga enfermedad y en el cementerio, en torno a su tumba, se agolpan los recuerdos. Allí se reúnen su hija Martina, sus nietos Lucas y Verónica, y su marido, Rodolfo Hoffman, un afamado cantante que huyó a Argentina hace veinte años tras un terrible acontecimiento que desbarató el futuro de todos ellos.
Viendo próximo el fin de sus días, Rodolfo decide que ha llegado el momento de recuperar lo que perdieron, destapando el secreto que cambió para siempre sus vidas.
Constanza acaba de morir tras una larga enfermedad y en el cementerio, en torno a su tumba, se agolpan los recuerdos. Allí se reúnen su hija Martina, sus nietos Lucas y Verónica, y su marido, Rodolfo Hoffman, un afamado cantante que huyó a Argentina hace veinte años tras un terrible acontecimiento que desbarató el futuro de todos ellos.
Viendo próximo el fin de sus días, Rodolfo decide que ha llegado el momento de recuperar lo que perdieron, destapando el secreto que cambió para siempre sus vidas.
Planteado como una reunión familiar, el argumento se
construye entorno al funeral de Constanza, a partir de ahí, la singular “quedada”
es el hilo conductor que propicia un retrato de cinco seres humanos con sus
secretos, sus virtudes y defectos, con razones comunes para mantener por encima
de cualquier adversidad el vínculo familiar que les une.
Historia breve pero intensa, intimista, no es un relato
que encierre un misterio, es una novela coral, de protagonistas que consiguen
empañar la historia en sí, bien escrita, sencilla y con buen ritmo, dividida en
capítulos con diálogos que evidencia la maestría de Alejandro en este recurso.
Narrada alternativamente por cada personaje, momento en el cada uno de ellos va
realizando un ejercicio de desnudez interior para ser conocido, sinceridad de
gran descaro de sentimental, muy al estilo de Palomas. Todos sufren una evolución
emocional gracias a una escritura
tierna, irónica y cargada de buenas dosis de humor.
No es la primera vez que el “amor” es el eje conductor de
una historia de Alejandro, él lo entiende como los cimientos de las familias y
confía en su poder sanador hasta el punto de lograr fusionar un núcleo
descalabrado por secretos, y convertirlo en el más sólido de los edificios,
donde habitar y disfrutar de la vida.
Recomendada como otras que ya he reseñado, es el escritor
de la normalidad de lo cotidiano, del mundo en el que todos los mortales nos
movemos y al que pertenecemos sin diferencias. Os gustará.
“Nunca hay que dejar de sonreír, vale más llegar con
arrugas en el rostro que con estrías en el corazón”.
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