Aunque las fechas más atractivas
para leer novelas de asesinatos y suspense sean los meses de verano por
excelencia; yo lo he dejado como algo que puedo abordar en cualquier momento
del calendario, de hecho en cuanto se cruzan en mi camino, las hago enteramente
mías hasta que las acabo. Mirko Zilahy se estrena en el género de Lamaitre,
Dazieri y Dickey en el 2016, y lo hace con todos los clichés propios de este
género, pero con una inteligente combinación de elementos que aunque dentro de
los cánones de la novela negra clásica, acaba creando un relato truculento más
al modelo de thriller americano que al europeo seguidos por la triada de última
generación.
“Roma, septiembre de
2008. La ciudad sufre una terrible ola
de mal tiempo. Parece que toda el agua que cae torrencialmente del cielo
pretende lavar el mal que hay sobre la superficie. Lejos de la gran ciudad
turística y religiosa, en una Roma olvidada, aparecen los cadáveres de las
víctimas de un asesino en serie.
Solo hay un hombre capaz de liderar esa
investigación tan delicada: el comisario Enrico Mancini, el único policía que
ha asistido a los cursos sobre perfiles criminales en la central del FBI, en
Quantico.
Mancini atraviesa el peor momento de su vida, pero
aun así es obligado a atrapar a «la Sombra», asesino atípico y esquivo que
llena los cuerpos de sus víctimas con pistas, no para satisfacer sus instintos
homicidas sino para conseguir un propósito lúcidamente maquiavélico. Todo en él
tiene un significado, todo es un símbolo, y necesita una última pieza para terminar
su rompecabezas: el propio Enrico Mancini”.
Una sinopsis así me atrapó de un zarpazo, un
escenario como Roma me apasionó, el despegue y la tensión que prometía me
vaticinó lo poco que iba a tardar en leerla y para rematé, el morbo de la
portada me invitó a correr en la lectura que tenía entre manos para empezar con
un título que prometía una lección difícil de olvidar.
Aún así he sacado un resumen de la novela para
animaros a leerla. La historia empieza con un asesinato muy cruel, poco a poco
vamos conociendo como actúa el asesino llamado la “sombra” y con él al
comisario Enrico Mancini que tratará de resolver una serie de muertes que
tienen lugar a medida que avanzamos en el relato. Junto a estos cadáveres, la
desaparición de un oncólogo que nada parece tener que ver con estos crímenes y
los mensajes electrónicos repetitivos del autor de los hechos al comisario,
completan una trama lineal tejida a modo de malla o tela de araña, sin nudos,
donde todo está perfectamente justificado, enlazando los sucesos hasta darle
una coherencia perfecta.
Respecto
a la estructura argumental, el libro está divido en 4 partes, la primera parte está
más centrada en Enrico Mancini, el protagonista; la segunda parte se centra en
la brigada que dirige para dar caza al asesino; la tercera parte se centra más
en la sombra; y la última parte se centra en las víctimas. Escrita a dos voces diferenciadas por el uso de cursivas, narrativa fluida y directa, con un ritmo muy ameno y una tensión e incertidumbre que crece página a página, previsible en algunos pasajes pero que no arruina el desconcierto inicial ni la revelación final. La novela termina de forma muy coherente y lógica.
Mirko Zilahy se ha subido al tren de los jóvenes
escritores de novela criminal y sangrienta de los últimos años, pero le diferencia
al menos en esta novela es el tratamiento psicológico de los personajes,
personajes cargados de vidas propias que condicionan sus actuaciones. Ese toque
de profundidad psicológica no solo se deja sentir en estos protagonistas
hundidos en un sufrimiento extremo, sino que absorbe el ritmo de la
investigación que llega a ser secundaria, pasando a ser lo policial un marco en
el que recrear estas personalidades tan bien construidas. Es su toque
distintivo dentro del género negro.
Recomendada sin dudas, el escritor italiano traductor de
bestsellers de renombre mundial, se ha estrenado a lo grande, tiene todo lo
justo y necesario para satisfacer nuestras expectativas, tensión, intriga,
participación en el relato, disfrute por una Roma lóbrega y lluviosa, y hasta
un puntito de empatía con el asesino… y hasta ahí puedo contar. Espero que os
guste.
“La justicia solo triunfará cuando el
arado trace su último surco. Usted no me conoce. Nadie me conoce”.
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