Desde
que lo tuve delante, sufrí la llegada de imágenes que pedían paso
atropellada y urgentemente con la intención de recordarme que podía
ser la segunda parte del famoso “Pijama de rayas”, motivo
suficiente para no dejarlo atrás y caer con fidelidad ante su
“encanto”. En ocasiones la memoria tiene fisuras por las que se
escapan lo esencial de ciertos acontecimientos de mi vida; este es
uno de ellos..., cierto que sin querer se mezcló ese libro y hasta
el viaje a Londres que sirvió para leerlo, pero igualmente refresqué
mis impresiones de entonces y recuerdo que en la página 10 más o
menos, supe el final de la novela y lo hice con rabia ya que no tenía
más lecturas en español y quedaba condenada a privarme de lo que
más me gusta hacer y especialmente cuando viajo.
No
creáis que este rollo no tiene sentido, lo tiene. Con resquemor
decidí dar una nueva oportunidad a Jhon Boyne, es un gran escritor,
y con una buena corazonada lo saqué de la biblioteca, hoy me
arrepiento de no haberlo comprado, me ha gustado bastante más que el
anterior y confirmo que las comparaciones ni son buenas ni
provechosas.
De
padre alemán y madre francesa, Pierrot ha tenido una infancia no muy
distinta de la de cualquier niño de su época. Sin embargo, nos
hallamos en París, corre el año 1935 y la guerra que se avecina
trastocará el destino de millones de personas. Tras la muerte
prematura de sus padres, Pierrot deberá separarse de su íntimo
amigo Anshel y abandonar Francia para vivir con su tía Beatrix, que
trabaja de ama de llaves en una mansión imponente erigida en lo alto
de una montaña. Pero no es una casa cualquiera; se trata nada menos
que del Berghof, la enorme residencia que Adolf Hitler posee en los
Alpes de Baviera.
Así,
a sus siete años, alojado de manera involuntaria en el entorno
íntimo del todopoderoso Führer, Pierrot se verá inmerso en un
mundo tan extrañamente seductor como peligroso. En él no hay lugar
para la inocencia, y cuando al final de la guerra es capturado por
los aliados, Pieter —como ahora se llama— llevará un peso
insoportable en su conciencia. A su regreso a París, abrumado por la
culpa, un aspecto clave de la historia surgirá como una tabla de
salvación, y el inesperado desenlace será una muestra más de la
insondable dimensión del perdón y la amistad.
Al
principio de mis reseñas en el blog, era enemiga de poner la
sinopsis, hoy a petición de mis fieles seguidores, es algo que hago
ya por sistema y parece que no va mal. Leída la misma, la verdad que
promete..., yo la he entendido como una fábula de un niño en
tiempos de guerra y por supuesto una invitación a la reflexión
acerca de lo peor y lo mejor que inevitablemente está en la
naturaleza humana.
Sin
duda la trama es interesante y atrayente y hay que aplaudir que su
autor lo haga en escasas doscientas cincuenta páginas, lo que
demuestra su capacidad para contar mucho en poco espacio. En un
contexto histórico como el de la Segunda Guerra Mundial, París
1935, no hace al conflicto y sus efectos el protagonista de esta
novela, lo desvía hacia el impacto de “la llamada del
poder”, algo a lo que es difícil resistirse desde que la
Humanidad hizo acto de presencia. Es esa seducción del mal y el peso
de la conciencia lo que domina el relato en su totalidad.
Escrito
en tercera persona, narración muy ágil, mezcla de ficción y
realidad en lo que a personajes y hechos se refiere, ambientación de
lujo, de estilo sencillo y asequible; tanto que la recomendaría como
lectura juvenil ya que a veces la manera de presentar los hechos roza
el modo “cuento”; sin duda para descargar de
crueldad lo que se puede leer entrelíneas.
No
quiero engañar a los lectores y que piensen que los horrores de la
guerra no hacen acto de presencia, sólo digo que maquillados si se
compara con otras novelas de este escalofriante episodio de la
Historia.
Sin
duda la potencia la asume Pierrot, personaje que evoluciona hasta el
final de sus días, donde se verá preso y víctima de la culpa, la
conciencia y la necesidad del perdón. Es curioso que el autor ni lo
demoniza ni lo justifica, ni siquiera le otorga carga de
sentimentalismo para que podamos ser capaces de juzgarlo por nosotros
mismos.
Evito
desvelar detalles interesantes acerca de la política nazi, del
Führer, de su crueldad para las juventudes que le rodearon y por
supuesto de los proyectos que reservaba a sus semejantes. Es una
parte necesaria en la novela.
Me
ha gustado su estructura en tres partes muy bien definidas y la
división en capítulos, ninguno denso, algo muy de aplaudir para
lecturas como esta. Lo recomiendo mucho, es bueno sin comparaciones,
refuerza la idea de que nadie está a salvo de ser vulnerables si la
vida te lo pone muy pero que muy “jodido”. Siento
la expresión pero es así de duro.
“El
hombre es un superviviente de su propia vida”.
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