En
no pocas ocasiones, una portada te atrae por su belleza y marca la
diferencia entre elegir o rechazar un libro; otra cosa es cuando va
acompañado de un argumento que más o menos convence. La verdad es
que lo encontré en mis inmersiones bibliotecarias de domingos y me
lo traje..., no va a ser inolvidable, pero como siempre, de todas las
lecturas algo se aprende.
Martin
Page, es su autor, de nuevo la elección me coloca en la narrativa
francesa, con una extensión muy aceptable, la justa para no
condenarla al olvido, escrita en el 2004 y no por ello, lo que narra
deja de estar de actualidad.
Fio
Régale es una joven pelirroja de veintidós años. Reside en un
espacioso apartamento parisiense, adora el té sin azúcar y la
nieve, pinta cuadros y se gana la vida chantajeando al azar a hombres
poderosos y adinerados: no necesita decirles qué han hecho ni qué
información posee ella; uno de cada diez, paga. Sin duda lo lleva en
los genes: su madre era atracadora de bancos y su padre un policía
que, en lugar de detenerla, prefirió enamorarse de ella. Sin
embargo, pese a que Fio se quedó huérfana a los seis años, ha
sabido salir adelante. De pronto, su vida sufre un vuelco inesperado:
uno de sus extorsionados, el célebre mecenas Ambrose Abercombrie,
muere, y pide en su testamento que cuiden como se merece la magnífica
obra pictórica de Fio. Como una libélula que aletea alejándose
bajo la lluvia, la joven se internará en el glamuroso mundo del arte
tratando de conservar intocadas la levedad y la frescura de su
infancia.
En
unas doscientas escasas páginas, Martin cuenta la vida de una joven
de 22 años, llena de fantasías, unido al lastre de la orfandad y
las tretas por la supervivencia, lo que la llevan a vivir de
prácticas poco recomendables y algo peligrosas. Fio, es el personaje
sobre el que recae el argumento de esta novela con fuertes
connotaciones de burla social.
Lo
que más me ha gustado es el mundo en el que se ambienta el relato;
el arte, las subastas, los marchantes y por supuesto los artistas. No
es nada del otro mundo, pero es cierto que Martin hace un retrato de
la Humanidad un tanto banal y estúpido, en el que las cuestiones
superficiales y los valores materiales priman por encima de los
morales y eso nos lleva a configurar un mundo menos bueno.
Lenguaje
sencillo, estructurada en capítulos, no aburre, como es habitual en
mi, recomendaros que si la elegís, sea para terminarla y por supuesto
pàra sacar conclusiones íntimas y personales.
“La
alegría es la manera de demostrar a la vida que no puede con
nosotros y es la mejor manera de achicar la tristeza”.