Que
verdad es que lo breve si es breve dos veces bueno... Los jardines de
la memoria cuenta tan sólo con ochenta y seis páginas inolvidables,
de una grandeza de contenido que pasa a formar parte de esos libros
que recomiendas tanto que al final olvidas hasta el título. Siempre
que hablo de él, lo nombro en singular y acabo volviendo loco a
quien se lo recomendé y es que a lo plural y diverso no llega nada.
No voy a despreciar la ternura de la fotografía, un abuelo que porta
en sus hombros el gran trofeo de su vida: SU NIETO, merece poner
mayúsculas aunque no correspondan, una imagen que no podría
comentar porque no puedo relatar mil palabras; me quedaría corta...
Relato
sencillo, fluido, intenso, conmovedor y original. De carácter
autobiográfico, es el homenaje al recuerdo y a la memoria de los
antepasados del narrador. Desde niño tuvo que soportar la extraña
costumbre de su padre, Gastón, de provocar la risa vestido de payaso a
todos los que coincidían con él en eventos y fiestas familiares.
Esta actitud en ocasiones se repetía en los lugares más
insospechados por lo que la vergüenza sufrida desde niño marca la
visión y respeto hacia su padre. Años más tarde, su tío tendrá
la oportunidad de explicar el comportamiento de Gastón y las razones
del pasado que marcaron la vida de su padre y como la única salida a
lo vivido por este era la risa.
En
ese momento la novela toma un giro inesperado y se convierte en una
reflexión acerca del dolor, del drama, del papel que el humor juega
en la vida de los seres que han sufrido y lo que en un principio
contemplado por los ojos de un niño era rechazo, en la madurez se
convierte en devoción, admiración y orgullo hacia quien tan
injustamente enjuició.
Marco
histórico nada despreciable, las dos Guerras Mundiales, pero que no
se convierten en el tema del relato, aunque sí que sirve de
escenario para la trama de la misma. Es la novela que dice mucho en
muy pocas palabras; la leí hace unos meses pero sin querer la he
vuelto a leer y me ha gustado tanto o más que la primera vez. La
memoria es un enorme baúl que a veces permanece cerrado y que de vez
en cuando tendríamos que abrir al menos para recordar lo bueno de
nuestras vidas y hacer justicia con aquellos a los que un día se la
negamos.
El
final es una extraordinaria demostración de amor de un padre a un
hijo.
“La
vida es irónica; se necesita tristeza para conocer la felicidad,
ruido para apreciar el silencio y ausencia para valorar la presencia”.
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