Narración
en estado puro, visceral, intensa y de profundas connotaciones rurales, que
sirven de escenario para adentrarse en el periplo cruel de dos personajes
desconocidos en un principio, gracias a los cuales, se nos dan en bandeja los
valores humanos de la manera más descarnada y sin adornos que el lector pudiera
llegar a concebir.
No
hay una galería de personajes, la escasez de los mismos engrandece el relato;
un niño que huye de una situación extrema, un pastor que comparte protagonismo
con el paisaje, un alguacil que personifica la violencia legalizada y muchas
muestras de miseria, pobreza, miedo y dolor.
El
personaje del niño ofrece durante el relato la incógnita de su decisión final
entre, elegir un mundo de atropellos morales heredados o un rechazo a lo vivido
para darse la oportunidad de una vida digna y alejada del horror del que
físicamente huye.
Jesús
Carrasco es el autor de este relato desgarrador y brutal que puede ser, aceptado
desde sus primeras líneas o por el contrario decepcionar por la ausencia de
diálogos y silencios extensos que a muchos lectores puede llegar a confundir o
aburrir. Cuando nos permitimos adentrarnos en la obra y acostumbrarnos al
mensaje que intenta transmitir, el lector se rinde y admira la capacidad de
narrar del autor. En cada descripción de los acontecimientos de la novela se
esconden valores universales conocidos y olvidados, valorados y no utilizados
de la humanidad; imprescindibles en cualquier etapa de la vida y que en el niño
se convierten en una lucha continua por descubrir a través de la obligada
experiencia infantil de supervivencia extrema.
Sin
una reflexión de lo leído no se llega a entender la elección del título; hoy,
muchos estamos en la más estricta “Intemperie”.
"La alegría es la
única papelera capaz de reciclar la oscuridad y el peso de un corazón
oprimido".
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