Estaba
en la cocina cuando escuché por la televisión el anuncio de la
novela de Joël Dicker, atendí como si me fuera la vida en ello todo
lo que contaban sobre la promoción de la misma y aunque suelo
desconfiar de las que te las venden antes de comprarla, me decidí a
leerla porque la verdad, nunca mejor dicho, tenía buena pinta. Mi
instinto no me traicionó... no es para dejarla pero tampoco es para
“tirar cohetes”. Desde el principio te recuerda a La Trilogía de
Millennium de Stieg Larsson y es motivo suficiente para enfrentarte a
su lectura con serias dudas de si no “será más de lo mismo”.
Igual no, pero muy parecido; si es la primera de este que lees,
género de thriller policial, misterio, suspense y otros rasgos
propios del estilo de “Los hombres que no amaban a las mujeres”,
puede gustar, de lo contrario, cansa porque no dejan de ser 669
páginas y últimamente opto por las novelas breves para no perder en
un océano de hojas que me acaban provocando desilusión.
No
diría que carece de interés, hay muchos lectores a los que le gusta
el entretenimiento que ofrece una historia con una trama muy bien
diseñada alrededor de un acontecimiento del pasado que aflora por
circunstancias diversas y que ocasiona un relato a “tres tiempos”.
No le falta de nada para atraer al lector a la hora de
elegirla,luego... la sensación que provoca al terminarla es algo muy
distinto.
Novela
policíaca, de suspense con muertos que están vivos, desapariciones,
detectives, cadáveres, sustos, inocentes que son culpables... no
carece de los ingredientes que catalogan estas historias. En su
defensa decir que cuenta con una trama basada en la vida de un
escritor con el mal de “la página en blanco” y un maestro que le
dará motivos para rellenar cientos de folios , todo ello gracias a
un episodio de su propio pasado. Presentada en capítulos precedidos
por sugerencias o consejos del mentor a su pupilo, de lenguaje claro,
ritmo poco codicioso y que abarca desde momentos precipitados hasta
una lentitud que te provoca abandonar el libro. Bastantes personajes
demasiados perfilados y situaciones en las que parece que la trama se
cierra para abrirse nuevamente descaradamente... es posible que esto
sea realmente el detalle que salve la novela y la justificación que
me hizo terminarla.
Aunque
esté feo decirlo me faltó la playa para hacerla perfecta; en el
fondo si las pretensiones no son encontrar la novela del siglo, la
recomiendo por entretenida y porque en cualquier momento la puedes
abandonar sin cargo de conciencia alguno.
“Puesto
que la realidad había resultado ser una tirana sanguinaria, pedí
refugio y asilo a la generosa fantasía”.
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