miércoles, 31 de julio de 2013

La vida cuando era nuestra, Marian Izaguirre

Lo más emocionante para mi fue sin duda alguna la portada del libro, qué más se puede pedir, unos niños recostados en el escaparate de una librería...”para poner los pelos como escarpias”, es una imagen tan antigua que no recuerdo haberla visto en los últimos años, al menos no de seis en seis.
Evocador título para una novela de gran sencillez y buenas dosis de ternura en un trasfondo al que no le falta drama y añoranza.
Un argumento que gira alrededor del papel que juega la lectura en las vidas de los que la hacen imprescindibles en su existencia. Ligera de personajes, tres en total, resultan suficiente para relatar las experiencias de dos mujeres, Alice y Lola quien junto a su marido Matías van a dar forma a la narración de acontecimientos cargados de recuerdos, amores, miseria, guerra, lujo y continuas alusiones al amor. Ambientada en el Madrid de la posguerra y teniendo como escenario la librería que regentan el matrimonio, hábilmente se teje una historia en la que se entrecruzan vidas muy distintas protagonizadas por mujeres muy diferentes a las que le une su pasión por desentrañar el contenido de una novela; es “una novela dentro de otra novela”.
Cuatrocientas páginas que se leen fácilmente, con tranquilidad sin sobresaltos ni momentos de angustias, repletas de enigmas, secretos inconfesados y continuas alusiones a la vida antes y después de la guerra. Lo más significativo del libro ha sido encontrarme con un relato que se aleja de todo los ingredientes típicos de las novelas de posguerra, se siente, está presente, pero el conflicto por una vez no obtiene el papel protagonista; la amistad, las vidas entrecruzadas y el potencial de los personajes extraordinariamente definidos se convierten junto con los “libros” en el epicentro de la obra.
Destacar que no tiene un público concreto y que podría encuadrarse en las novelas que se convierten en un homenaje a la mujer y a su lucha en la Historia.
Todos en algún momento hemos sentido que nuestras vidas han dejado de ser nuestras porque en el fondo nunca nos pertenecieron. Habrá que poner remedio ahora que estamos a tiempo... para finalizar mis puntos.

El momento elegido por el azar vale siempre más que el elegido por nosotros mismos”.

sábado, 20 de julio de 2013

Brújulas que buscan sonrisas perdidas, A. Espinosa

 
La brújula es un instrumento muy antiguo creado para orientarse y llegar al destino previsto, compuesto por unas agujas que te van marcando “el norte” con la finalidad de no “desorientarte” y lograr con éxito el fin del viaje. Actualmente ya casi no las utilizamos porque estos sistemas de navegación se han sustituídos por otros mucho más complejos y avanzados: GPS, parece ser que estos no localizan “sonrisas perdidas”...
No tengo intención de contar el argumento, prefiero que leáis  la novela, una de las que más he recomendado en los últimos meses por su extraordinario potencial emotivo y porque está diseñada para todos los lectores al margen de sus gustos literarios. Es ese libro que te hace respirar hondo, que te sobrecoge, que pone en marcha la maquinaria de las reflexiones, que te hace bucear en los valores humanos de la sinceridad, la familia, el amor, la esperanza en segundas oportunidades, que te lleva a descubrir la esencia de lo verdaderamente importante de una vida.
En muchas ocasiones ignoramos la señal de nuestra brújula y nos perdemos durante media vida alejándonos del norte que nos devolverá aquello que perdimos y deseamos recuperar. La falta de confianza, la mentira, el engaño se ciernen alrededor nuestra como una enorme tela de araña imposible de deshacer; en la novela los conflictos de una familia han marcado el destino de sus miembros, y sin olvidar las causas que los distanciaron a unos de otros, el protagonista asume la responsabilidad de reunir bajo un mismo techo a todos los que se alejaron un día siguiendo señales de “brújulas” con nortes opuestos e irreconciliables.
Historia de gran belleza, distribuida en capítulos algunos estremecedores tanto por su carga de afecto como por la crueldad narrada, todo entretejido en una trama llena de detalles que tienes que seguir para “no perderte” y lograr alcanzar el final. Para ello el autor colabora ofreciéndonos personajes muy bien perfilados enriquecidos por las vivencias que les acompañan como parte de su bagaje de vida.
Hace unos días una compañera me preguntó por un libro que me hubiera dejado un impacto inolvidable... podría ser uno de ellos, emocionalmente mi elección estuvo acorde con el momento que vivía, no pasará de puntillas en mi repertorio de lecturas que me han hecho emocionarme y sentir que incluso el sufrimiento más cruel tiene al final una grata recompensa.

Nunca sabes lo fuerte que eres hasta que serlo es la única elección que tienes. Cuando eso sucede, es cuando te conviertes en: INTOCABLE”.

martes, 9 de julio de 2013

La verdad sobre el caso Harry Quebert, Joël Dicker

Estaba en la cocina cuando escuché por la televisión el anuncio de la novela de Joël Dicker, atendí como si me fuera la vida en ello todo lo que contaban sobre la promoción de la misma y aunque suelo desconfiar de las que te las venden antes de comprarla, me decidí a leerla porque la verdad, nunca mejor dicho, tenía buena pinta. Mi instinto no me traicionó... no es para dejarla pero tampoco es para “tirar cohetes”. Desde el principio te recuerda a La Trilogía de Millennium de Stieg Larsson y es motivo suficiente para enfrentarte a su lectura con serias dudas de si no “será más de lo mismo”. Igual no, pero muy parecido; si es la primera de este que lees, género de thriller policial, misterio, suspense y otros rasgos propios del estilo de “Los hombres que no amaban a las mujeres”, puede gustar, de lo contrario, cansa porque no dejan de ser 669 páginas y últimamente opto por las novelas breves para no perder en un océano de hojas que me acaban provocando desilusión.
No diría que carece de interés, hay muchos lectores a los que le gusta el entretenimiento que ofrece una historia con una trama muy bien diseñada alrededor de un acontecimiento del pasado que aflora por circunstancias diversas y que ocasiona un relato a “tres tiempos”. No le falta de nada para atraer al lector a la hora de elegirla,luego... la sensación que provoca al terminarla es algo muy distinto.
Novela policíaca, de suspense con muertos que están vivos, desapariciones, detectives, cadáveres, sustos, inocentes que son culpables... no carece de los ingredientes que catalogan estas historias. En su defensa decir que cuenta con una trama basada en la vida de un escritor con el mal de “la página en blanco” y un maestro que le dará motivos para rellenar cientos de folios , todo ello gracias a un episodio de su propio pasado. Presentada en capítulos precedidos por sugerencias o consejos del mentor a su pupilo, de lenguaje claro, ritmo poco codicioso y que abarca desde momentos precipitados hasta una lentitud que te provoca abandonar el libro. Bastantes personajes demasiados perfilados y situaciones en las que parece que la trama se cierra para abrirse nuevamente descaradamente... es posible que esto sea realmente el detalle que salve la novela y la justificación que me hizo terminarla.
Aunque esté feo decirlo me faltó la playa para hacerla perfecta; en el fondo si las pretensiones no son encontrar la novela del siglo, la recomiendo por entretenida y porque en cualquier momento la puedes abandonar sin cargo de conciencia alguno.

Puesto que la realidad había resultado ser una tirana sanguinaria, pedí refugio y asilo a la generosa fantasía”.

miércoles, 3 de julio de 2013

Cosas por las que llorar cien veces, Kou Nakamura

Menudo título en un momento donde lo último que debería hacer es llorar.En realidad nos pasamos llorando buena parte de nuestra vida por cien cosas diferentes y cien veces por la misma cosa... en definitiva que mejor sería reir miles de veces por infinidades de cosas que no empaparnos la cara de lágrimas que nos corren el rimel guarreteando nuestras lindas facciones. Son cosas de la humanidad.
Los japoneses son únicos para esto de las presentaciones literarias y en mi curiosidad desmedida decidí abordar esta novela de Kou Nakamura que sobra decir su nacionalidad porque lo que es seguro es que de Granada no es. Fiel al modelo de literatura del imperio del sol naciente, el autor nos cuenta una historia de amor con grandes dosis de tragedia y tristeza pero endulzada con un tratamiento muy especial que conmueve e invita a reflexionar sobre lo efímero de nuestras vidas.
Dentro del género de novela japonesa contemporánea, se presenta con una especial estructura en cuatro partes argumentales a modo de situaciones diferenciadas que acaban resolviéndose a través del protagonista. Una enorme bofetada emocional de dolor bloquea de la noche a la mañana a Fujii, trastocando su vida y la de la persona a la que ama; en ese momento de giro vital, se replantea todos los valores de vida y los esfuerzos se concentran en hacer frente a un desenlace cruel. Resulta emotiva y entrañable aún con la carga sentimental de tristeza que recorre todo el relato. Es de fácil lectura, escasas doscientas páginas que evitan ser morbosas y para nada un recreo de los aspectos más lamentables del argumento. Los personajes no están perfilados lo suficiente como para sentir desgarro por lo que viven, de ahí que el centro de la trama sea despertar en el lector el interés por la precariedad de nuestra existencia y de todo lo que nos rodea.
La muerte es sin duda el tema principal y nuestra negativa a integrarla en nuestro día a día y sin embargo convivimos a diario con ella. Nunca estamos preparados para el zarpazo de “la pelona”. Leídas estas últimas líneas es imprescindible advertir que no es recomendable para todo tipo de lectores, lo que no quiere decir que detrás de cada frase existe un aprendizaje agudo y de gran utilidad. Por su contenido desaconsejada a los que huyen de estas “historias que le pueden hacer llorar cien veces” y además no son fans ni seguidores de la literatura japonesa. Mejor “reímos mil veces por mil cosas distintas”
En ocasiones la única salida para encontrar esperanza es ir hacia atrás y detener la marcha al frente”.