sábado, 7 de agosto de 2021

El peso de los muertos, Víctor del Árbol

Nos gusta creer que podemos enterrar el pasado, pero la memoria reside en nuestro inconsciente, y nuestra historia es a menudo el fruto de nuestra imaginación. Por eso cuando en septiembre de 1975 Lucía recibe una llamada en su casa de Viena desde España, decide que es el momento de regresar a Barcelona y enfrentarse a los fantasmas que la esclavizan. Intuye que su mundo no es tal y como lo ha concebido y ya está cansada de huir y de mentirse, por lo que no puede posponer afrontar su verdadera realidad. Pero, como temía, sus muertos regresan veinte años después en cuanto pisa las calles de Barcelona y retorna otra vez el dolor, la angustia y los temores. Franco agoniza, pero aún deambula lo más duro del régimen, con personajes como el moro Ulises y sus cómplices, en una España en decadencia que se debate entre un sistema decrépito y los nuevos aires de cambio. Mientras, en la prisión Modelo, reside desde hace tres décadas Liviano, quizás la única persona capaz de reconstruir la verdadera historia del general Quiroga y su mujer Amelia al comienzo de la dictadura, la de Nahúm Márquez, la del padre de Lucía y, cómo no, su propia existencia, en un duelo entre el amor y el tormento.

Víctor del Árbol ganó el VIII Premio Tiflos 2006 con la novela y fue su presentación en sociedad. Por lo que parece, la novela no llegó dónde tendría que haber llegado siendo una ganadora de un premio que tenía un cierto renombre. En el 2011 escribió “La tristeza del samurái” con la verdaderamente despegó, dándose a conocer sobre todo en Francia; a partir de ahí todo es bien sabido novelas como “Respirar por la herida”, “Un millón de gotas”, “Por encima de la lluvia”, “Antes de los años terribles”, “Nadie en esta tierra”, “Vísperas de casi todo” y algunas otras más le han llevado a ser uno de los escritores de renombre del panorama literario actual.

El peso de los muertos vuelve a beber de muchos géneros entre ellos el histórico mediante la elección de los últimos días de vida de Franco para situar la trama y que hace que la historia fuera bastante difícil de situar, por suerte, en otro contexto y hacer que funcionara. Creo que el momento es todo un acierto y que lo contado enriquece la lectura, así como ese primer capítulo donde acompañaréis a un condenado a muerte por garrote.

Este libro está ambientado en dos tiempos narrativos que poco a poco irán convergiendo, por un lado, tenemos una trama en Barcelona, en 1945, Nahúm Márquez es condenado a morir por garrote vil por el asesinato de Amalia Quiroga y por otro lado, tenemos otra trama ambientada en 1975, Lucía regresa después de 20 años a Barcelona después de haber huido a Viena, con las cenizas de su padre, y para hacer averiguaciones sobre su pasado que aún le genera pesadillas.

Cuesta hacerse con el hilo de la trama, los saltos temporales son un inconveniente para encontrar la relación entre personajes que les separan treinta años, pero al final se le pilla el tranquillo y la historia va tomando sentido.

Respecto a los personajes son demoledores, muy del estilo de este escritor, generan sufrimientos, te dejan con la boca abierta y donde ni los malos son tan malos ni los buenos tan buenos.

Os animo a leerla por su impecable ambientación histórica, por lo fácil que es meterse en la historia, por la humanidad y realismo que destila y por no estar escasa de buenas dosis de intriga que hace pensar en que la memoria es un pasado que lucha por hacerse presente.

Os gustará.

“Soy quien soy por nuestra historia. Soy quien soy por tu memoria”.

domingo, 1 de agosto de 2021

Pasado perfecto, Leonardo Padura

Leonardo Padura concibió “Pasado perfecto” y otras cuatro novelas como una tetralogía denominada “Cuatro Estaciones”, de ellas forman parte además de la anterior “Vientos de cuaresma”, “Máscaras” y “Paisaje de otoño”; es por tanto la primera entrega de la saga del investigador Mario Conde que desbordada tras estas entregas, aumentaron con “Adiós Hemingway”, “La neblina del ayer”, “Cola de serpiente” y “Herejes”, superando las expectativas iniciales del escritor.

El primer fin de semana de 1989 una insistente llamada de teléfono arranca de su resaca al teniente Mario Conde, un policía escéptico y desengañado. El Viejo, su jefe en la Central, le llama para encargarle un misterioso y urgente caso: Rafael Morín, jefe de la Empresa de Importaciones y Exportaciones del Ministerio de Industrias, falta de su domicilio desde el día de Año Nuevo. Quiere el azar que el desaparecido sea un ex compañero de estudios de Conde, un tipo que ya entonces, aun acatando las normas establecidas, se destacaba por su brillantez y autodisciplina. Por si fuera poco, este caso enfrenta al teniente con el recuerdo de su antiguo amor por la joven Tamara, ahora casada con Morín. «El Conde» –así le conocen sus amigos–, irá descubriendo que el aparente pasado perfecto sobre el que Rafael Morín ha ido labrando su brillante carrera ocultaba ya sus sombras.

Esta es la primera novela de la tetralogía Las Cuatro Estaciones, en la que conocemos al personaje central de la saga, el detective policía Mario Conde, es el momento en el que Padura nos presenta a su mejor amigo Flaco Carlos, a Tamara y a Patricia su mejor amiga e investigadora; igualmente conocemos las constantes de este hombre que se repetirán en todas las novelas, su aversión a las tardes de domingo y su amor por la canción “Strawberry Fields” de los Beatles.

Novela negra muy bien escrita en la que Padura le otorga a Conde todas las facetas del verdadero investigador de las novelas de este género; hombre joven con alma de viejo, decepcionado y desencantado y a la vez honesto. Por supuesto tiene otras características que no debemos obviar, melancólico al exceso, bebedor, adicto al cigarro y  desafortunado en amores.

La trama en sí no es nada especial, lo que sí es excepcional es la ambientación y el retrato fiel y pintoresco de la Habana, en cada párrafo se conoce el vivir de las calles, sus bonanzas, penurias, colores y ritmo de la isla. Es esto lo que cautiva siendo las descripciones espaciales y temporales donde se desarrollan los hechos lo que arma enteramente el relato.

Lenguaje muy cubano que a veces nos lleva a perdernos en sus significados, los diálogos son naturales y espontáneos siempre con expresiones muy típicas que contribuyen a darles credibilidad.

En la narración nada sobra, Mario nos cuenta su pasado preuniversitario y contextualiza el momento en el que conoció a esos sus grandes amigos; de la misma manera esas idas y venidas a sus recuerdos permiten hilvanar hechos pasados con presentes, complementados a la perfección.

Quiero animaros a su lectura y a todas las de esta saga por ser novelas policiacas ya que resuelven crímenes, hay un poli que lo hace y por ser algo más que eso; cuenta con una mezcla de perfil emocional y psicológico que supera a la investigación sobre la que gira la trama. No hay que buscar profundidad solo buena lectura sin que por ello vaya más allá y cuente con una clara crítica a los claroscuros del ´regimen cubano.

Os gustará.

“Cuando cambias el modo en que ves las cosas, las cosas que ves cambian también”.