lunes, 8 de octubre de 2018

La muerte del Comendador 1, Haruki Murakami


El hecho de leer tanto y contar con poco tiempo supone un desafío a la hora de llevar al día el blog en el que comento mis lecturas; es por eso que faltando a mi costumbre de no copiar sinopsis de los libros, me veo obligada a utilizarlas al menos hasta que consiga acortar el número de comentarios pendientes.

“En plena crisis de pareja, un retratista de cierto prestigio abandona Tokio en dirección al norte de Japón. Confuso, sumido en sus recuerdos, deambula por el país hasta que, finalmente, un amigo le ofrece instalarse en una pequeña casa aislada, rodeada de bosques, que pertenece a su padre, un pintor famoso.
En suma, un lugar donde retirarse durante un tiempo. En esa casa de paredes vacías, tras oír extraños ruidos, el protagonista descubre en un desván lo que parece un cuadro, envuelto y con una etiqueta en la que se lee "La muerte del comendador". Cuando se decida a desenvolverlo se abrirá ante él un mundo donde la ópera Don Giovanni de Mozart, el encargo de un retrato, una tímida adolescencia y por supuesto un comendador, sembrarán de incógnitas su vida, hasta ahora rutinaria y anodina.

Comentar a Murakami es tan complicado como entender sus novelas a la aprimera si no le has leído con anterioridad. Desde que descubrí a este genio japonés, no he dejado de admirar su capacidad literaria, su originalidad y la forma en la que aborda los temas terrenales a través de lo fantástico y surrealista. Al igual que en otras novelas es “Murakami en estado puro”, sus extrañezas y falta de lógica es lo que lo hacen tan especial.
Para simplificar el argumento a lo mínimo que puedo diré que es la historia atípica de un hombre que se enfrenta a un misterio y que lo hace de manera lenta y sin prisas.
Ahora bien todo esto hay que detallarlo para los que no estéis muy en la onda del escritor. En realidad, narra la historia de dos pintores que sufren una crisis artística y vital cuando sus carreras parecían estancadas. Tomohiko Amada comienza su carrera en los felices años veinte en el momento que viaja a la Viena de Hitler con la idea de perfeccionar su arte. Pagará un alto precio por esta experiencia, su vida tras ponerse a salvo quedará reducida a una existencia monacal y a una producción basada en las técnicas clásicas japonesas.
Nuestro segundo pintor es el protagonista de la novela, su nombre no aparece empañado por los acontecimientos de la trama. No es un artista exigente, es un retratista y sus ambiciones no son comparables a la de Tomohiko Amada. Este es un anciano con Alzheimer y nuestro pintor de retrato roza la cuarentena, casi cinco décadas los separan aunque sus destinos están secretamente enlazados.
Es una forma esquemática de contar la esencia del libro, con estos datos iniciales se podrá entender esta novela que recuerda a Tokio Blues, aunque gracias a innumerables guiños que se permite Murakami nos hace un recorrido por casi todas sus obras.
Nuestro anciano protagonista está ingresado en un geriátrico y nuestro joven pintor ocupa su casa en mitad de la montaña, lugar en el que da rienda suelta a su creatividad, pasando a narrar todo lo acontecido tras su fracaso sentimental y posterior divorcio en una búsqueda incansable de su yo interior. Es una historia para conocer el día a día del nuevo inquilino de un hogar que guarda un secreto y a cuyo misterio habrá de enfrentarse irremediablemente.
Las escasas aspiraciones de este pintor sin nombre le hace dejarse llevar absorbido por lo cotidiano, algo que cambia en el momento en el que descubre un cuadro de un hombre sin rostro en el desván de la vivienda, es en ese instante  cuando se ve obligado a involucrarse en un misterio decidido a resolver. A partir de ese momento los acontecimientos se suceden sin comprensión y asistimos a la decisión firme de desvelar los secretos que encierra el lugar que le cobija.
Hasta ahí el argumento de la novela que espero haya quedado más claro, mi intención es aclarar el fondo de la misma al margen del estilo del autor.
Es ahora cuando podemos hablar de todo lo de “Murakami” que encontramos en esta primera entrega de lo que parece una saga o al menos una trilogía.
Novela reflexiva de estilo nostálgico, con banda sonora propia que navega entre lo clásico y el jazz, que te invita a pensar en los grandes dilemas de la existencia, que mezcla realismo mágico y surrealismo, presentada a modo de complejo rompecabezas que el lector debe ordenar y donde no faltan los grandes interrogantes acerca de la identidad, los afectos, el pasado, la violencia política o las experiencias místicas.
Aparecen sus recursos habituales, fracasos sentimentales, el sexo, los Beatles, Kafka, la soledad, la vejez, el suicidio, el jazz, los cuentos budistas, el mundo del arte, la espiritualidad…, es un reflejo de la esencia de la mentalidad japonesa que transita entre lo positivo y lo negativo, la vida y el enigma de qué hay después de la muerte.
Son pocos y variopintos los personajes que aparecen, pero los presenta con una mezcla de esquinas y recovecos solo comparable a la complejidad de sus personalidades. El protagonista es una especie de Don Quijote que vive entre la realidad y la fantasía, en un mundo donde cuesta distinguir lo real de lo imaginario.
Ambientación melancólica y con tonos bucólicos que acentúan el misterio, una campanilla que suena en un bosque, un hueco en la tierra donde suceden cosas extrañas, ruidos en la noche, objetos que cobran vida y conversaciones del más allá que crean el escenario perfecto para una historia algo enrevesada y profunda.
Respecto a la temática sin duda tiene como centro el arte con mayúsculas y la pintura como elemento alrededor del que pivota la novela. Existen temas secundarios recurrentes en Murakami como son el aislamiento, la intención de reescribir el pasado, desarrollar historias dentro de historias o generar miedo como motor de acción. No hay que olvidar que hace un uso original de la idea de robar el cuerpo de un hombre y plasmarlo en un cuadro, la abstracción en estado puro.
La prosa pulcra, llana, simple y el estilo directo de este japonés se deja sentir a lo largo de una novela dividida en capítulos algo densos por momentos y difíciles de seguir si no se está familiarizado con su pluma.
Tras mucho esfuerzo he llegado a la conclusión de que la narración sigue una doble trayectoria, por un lado la lucha interior del protagonista anónimo y por otra la resolución del misterio que gira alrededor del cuadro. En esa doble línea argumental el autor pone boca arriba las piezas de un puzzle que solo en la segunda entrega tendremos oportunidad de encajar.
Este primer volumen de la novela La muerte del comendador es un fascinante laberinto donde lo cotidiano se ve invadido de señales indescifrables, de preguntas cuya respuesta todavía está lejos de vislumbrarse. El lector, al igual que el protagonista, deberá permanecer muy atento. Os gustará.
“Es posible que no haya nada absolutamente cierto en este mundo, pero debemos creer en algo”.

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