No daba crédito al ver esta
portada, “Los Cinco”, madre que recuerdos, cuantas tardes de verano con la
cabeza metida en las aventuras de estos cuatro personajes y su perro. Los que
somos adictos a la lectura le debemos mucho a estos chicos de Enid Blyton…, que
añoranza y que agradecimiento al menos por mi parte. Además la foto te devuelve
a unos años tan cercanos en las emociones y tan lejos ya en la edad, que cuesta
creer que hayan pasado más de cuarenta años para muchos de nosotros.
“Toni siente que es un escritor que no escribe y un profesor que no
enseña. Creció leyendo las aventuras de Los Cinco , unos libros que le proporcionaban
lo que la España de los años previos e inmediatamente posteriores a la muerte
de Franco era incapaz de ofrecerle: diversión sin vigilancia, libertad de
movimientos y cerveza de jengibre, es decir, el mundo sin límites que requería
la intensidad vital de su transición a la adolescencia. A lo largo de esta
novela, aquellos personajes a los que Toni tanto envidió de niño parecen
convertirse en seres de carne y hueso como él, que sufre el proceso inverso y
termina siendo lo que siempre deseó, uno más de ellos”.
Si tuviera que hacer mi propia sinopsis diría, que un profesor que,
habiendo crecido leyendo las aventuras de estos chavales, baraja la idea de
escribir un libro sobre las vidas adultas de estos protagonistas de la serie de
“Los Cinco”; idea que surge, cuando en plena crisis mundial, se reúnen todos
los compañeros cincuentones a finales del verano de 2012.
Sin duda es una visión particular del pasado y del presente, un juego
entre realidad y ficción, la novela es el relato de lo acontecido en la vida de
cuatro muchachos cuarenta años después; el retrato de una generación, la del “baby
boom” español que nació a destiempo, la que fuimos adolescentes en la
Transición y algo puretas en el M-30. Aunque sin duda Antonio Orejudo está
presente en la novela, no es autobiográfica, más bien sus vivencias nutren la
historia y dan vida a sus personajes. Una inmersión en la ficción que enlaza
datos de su biografía con las hazañas de estos “Cinco”.
Muy original el repertorio de recuerdos de la infancia, en doscientas
cincuenta páginas encontramos humor ácido, sátira, buen manejo del lenguaje,
parodias, guiños literarios, referencias a juegos infantiles y alusiones
históricas. En este homenaje a la generación de los sesenta aparece Rafael
Roig, colegas literarios, compañeros y amigos de muchas décadas, con el que
comparte la huella dejada por esas lecturas de los últimos años del Franquismo.
Es irremediable asociar el protagonista, Toñi O al autor, máxime cuando en la
novela es escritor y profesor universitario; digamos que es una licencia de
escritor que puede darse por buena.
Me ha parecido entretenido y evocador porque yo leí estas novelas, de
las pocas que estaban en algunas casas y que generosamente te prestaban con
recelos y desconfianzas. La estructura elegida es sencilla, ágil y fácil de
leer, recordar aquellos tiempos en el que las calles se petaban de niños y
niñas para jugar y cambiar estampas o cómics, es tener la oportunidad de
presumir de haber tenido una infancia con muchas escaseces pero “con todo” lo
necesario, porque en el fondo no te faltaba de nada. Reflexiva y alegre, al
menos esa ha sido la intención de Antonio Orejudo. No hace falta decir que la
recomiendo muy especialmente a los nacidos en esos hogares de seis y ocho
hermanos, donde cualquier cosa podía pasar…”hasta leer”.
“Si con lo que tenemos no somos felices, con lo que nos
falta tampoco lo seremos”.
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