viernes, 14 de noviembre de 2014

Demonios familiares, Ana María Matute

El título de la novela póstuma de Ana María Matute, me permiten expresar que en todas las familias hay verdaderos demonios que te amargan la existencia desde mucho antes de saber que existen,los presientes porque se hacen notar,porque van de un lado para otro ennegreciendo los caminos que recorren, dejando una huella difícil de borrar,agresiva y despiadada. Personalmente cuento con una reducida lista de “demonios familiares” propios y adoptados que en su momento consiguieron “nublar” mi universo pero que con maña y sabiduría he sabido esquivar y arrinconar en el desván de mis recuerdos, al que nunca subo para no bajar cargada de sombras que tapen la luz que necesito para iluminar mi vida.
Tras esta desahogada introducción os cuento que Ana María no tuvo la oportunidad de acabar esta obra, la muerte, el peor de los “demonios”, le arrebató esa oportunidad; es por ello que lo más original de la misma es su final completamente abierto y libre para que cada lector se atreva a rematar lo que el destino no permitió a su autora.
Ajustada a la narrativa de esta escritora, la novela es el relato de un repertorio de amores fraternales al amparo de un marco histórico pre-bélico en la España inmediata a la Guerra Civil. No es la típica narración de buenos y malos, la guerra no es la protagonista, lo importante es el entramado de sentimientos que deambulan por la casa familiar de Eva, la casa de su padre, de su hermano de su niñera y en especial la atmósfera en la que se respiran silencios pasados y presentes; esos que contribuyen a consolidar dramas insuperables, traiciones, rencores sin curas, comunicación muda, aislamientos eternos...
Dividida en dos partes que nos vienen dadas gracias al antes y el después de un secreto y su revelación. Personajes sencillos, con descripciones limpias, estáticos, con papeles definidos en el inicio de la obra y carentes de evolución por la repentina marcha de la autora. De entre todos destaca la pequeña Eva que tras su regreso del convento se enfrenta al hogar lleno de secretos, soledades de hormigón y estallidos de amor imprevisibles de la mano de la trama de este corto pero sincero relato con todos los ingredientes y simbolismos que siempre definieron a la “Matute”.
Se ha considerado un homenaje a la autora y desde mi ojo de lectora solo puedo decir que le daba vueltas al libro buscando las páginas que pensé que le faltaban, porque no podía creerme que estuviera ante el final de lo que para mi era casi el principio o como mucho el centro de una buena novela. No me he atrevido a imaginar un cierre, esos son privilegios que solamente se les otorga a los que saben deleitarnos con su buen hacer en las letras.
No todo tiene que ser perfecto, en esta ocasión lo abierto prevalece sobre lo cerrado; “una vez no son veces”.

No me salen bien las cuentas de la vida, o me sobran noches o me faltan días; todos los minutos que no he estado contigo son demonios que ahora viven conmigo”.

domingo, 9 de noviembre de 2014

La mujer que vivió un año en la cama, Sue Townsed

Descabellado título y atrevido desafío para quien de verdad aspire a estar nada más y nada menos que un año en la cama; bien es cierto que yo conozco verdaderos amantes de este mueble que sin dudarlo estarían ese tiempo y más, aunque no con la solemnidad y radicalismo en el que se posiciona nuestra protagonista.
Siendo fiel a mi costumbre no desvelo el argumento aunque en esta ocasión es fácil adivinar las razones por las que un ama de casa responsable, fiel esposa, madre incondicional e hija abnegada puede llegar a tomar una decisión tan drástica para su salud mental y física. Que nadie se engañe, la novela no es un despliegue de carcajadas porque esto no puede ser gracioso, en todo caso absurdo, esperpéntico y surrealista, pero no por ello injustificado. Gracias a esto ya estoy etiquetando la obra de Sue Townsend como un intento de sátira social y familiar que invita a reflexionar sobre la más pura y cotidiana realidad que comparten la inmensa mayoría de las mujeres que generacionalmente “todas conocemos”.
Eva, como si lo hubiera planeado decide un día puntual de su vida subirse a su cama con el firme propósito de no bajarse, no por estar enferma, no con objetivos concretos, pero segura de que se mantendrá fiel a semejante y disparatada decisión. Su mundo y el de aquellos que le rodean cambia y su papel de “responsable de” se cambia por el de “ahora soy vuestra responsabilidad”..., las reflexiones están servidas en bandeja; a ellas nos conduce la autora con un humor inteligente sin querer ser graciosa en ningún momento, lo que provoca un sentimiento “agridulce” de casi todo lo que narra la experiencia grotesca, de una mujer que convierte la más pura realidad en algo estrambótico y disparatado.
Se establece unos niveles de empatía desproporcionados y al menos yo reconozco que se me ha pasado por la cabeza más de una vez hacer algo parecido; el problema es que la cama y yo somos grandes enemigas y lo que podía ser una “isla” donde refugiarme y aislarme de cuanto me rodea, se convierte en una “península” llena de intrusos que se empeñan en seguirme allí donde me muevo y claro dar vueltas en tan reducido espacio acaba por pasarte factura, especialmente cuando dices a salir de ese artilugio donde los mortales deben estar al menos ocho horas dormidos para poder ser “personas sensatas despiertas”.
Mi humilde lectura entre líneas me llevan a reconocer que la protagonista opta por una alternativa inusual en pos de superar la infelicidad,las decepciones, el conformismo, las frustraciones y el desamor al que se enfrenta tras un balance negativo para ella a lo largo de casi toda su vida. Una forma como otra cualquiera de “parar motores”, de convertirse en el centro de aquellos que le rodean, incluso la autora la convierte en una especie de guía espiritual a la que acuden los “desorientados” para buscar el “norte” perdido.
Es duro no disfrutar de un mínimo de reconocimiento a la vida cotidiana de las mujeres y hombres que están “siempre ahí”, incondicionalmente y que pasan de “puntillas”, ligeros como plumas y casi de forma invisible, día tras día. Es la autopsia de un retrato familiar del que cualquiera podíamos formar parte.
Respecto a la novela quiero decir que no es “para tirar cohetes” pero es entretenida, aguda, fácil de leer, con ausencias de descripciones que tanto suelen molestar, diálogos amenos y una sucesión de hechos que la hacen llevadera... tal vez en algunos momentos se echa de menos un ritmo más precipitado, pero en general entretiene y arranca alguna que otra sonrisa.
Sería bueno prepararse para leerla sin los motivos que nos sobran a muchas para crear universos privados diferentes a las camas, porque de no ser así, todo es previsible y carece de factor sorpresa; vamos que lo podríamos contar nosotras en lo que ocupa una receta de cocina.
Para terminar aviso que el final no es disparatado como podría ser lógico a una decisión de este calibre, todo lo contrario... pero a mi me ha gustado porque una actitud que en su más profunda crudeza es “autodestructiva” sólo corresponde un cierre lleno de realidad como el que le da la escritora y con la que comparto al cien por cien; lo malo es que el “príncipe azul” aparece para recibir los aplausos de una hazaña que no es merecidamente suya...
Por experiencia y en un acto de confesión en familia, os recomiendo que no lo hagáis, no se soluciona nada, cuando bajas de la cama tu realidad te está esperando, vuelve a atraparte, no ha cambiado y sin embargo el desafío impulsivo te ha hecho pagar un peaje con ticke perdido, lo que te sale doblemente caro, de manera que “a pequeños y corrientes problemas, mejor soluciones no muy grandes y arriesgadas”.

La vida es siempre una cuerda floja o una cama de plumas. Dame la cuerda floja.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Pacto de lealtad, Gonzalo Giner

Esta es una de las ocasiones en las que reconozco que es un acierto contar con el libro electrónico que tanto me costó aceptar en mi vida...
He tenido este libro descargado desde hace muchos meses y no me acababa de convencer, pero es cierto que me detenía en su portada y leía una y otra vez la sinopsis con la finalidad de encontrar un motivo al rechazo o detectar un cambio de actitud bastante injustificada. Al final he comenzado y terminado su lectura, gracias a el hecho accidental de caer en mis manos un día que “brujuleaba” por los pasillos de la biblioteca y aprovechando la oportunidad de tenerlo en este soporte maravilloso se vino conmigo sin pensarlo dos veces y tras unos días en casa, regresó a la misma velocidad con la que había llegado. Como si de un “Pacto personal” se tratar, me propuse leerlo y así ha sido, pero no estaba muy desacertada en la falta de interés hacia él, de manera que con esfuerzos y la ayuda del “electrónico” he cerrado uno de los desafíos más “cansinos” de las últimas semanas.
No he leído nada de Gonzalo Giner, el tema animal no es mi fuerte, pero al estar ambientada en marcos históricos sembró la curiosidad y decidí darle una opción para saber si me equivocaba o no; francamente no he perdido el tiempo, pero esperaba mucho más.
Mientras la leía me han venido a la cabeza montones de novelas de espionaje, aventuras, amoríos y hasta argumentos de alguna telenovela y es que son numerosos los guiños que tiene la narración a todos estos géneros.
De trama muy simple, con personajes que ya conocemos, con un argumento prebélico muy determinado, por un lado, los albores de la Segunda Guerra Mundial y por otro, las vísperas de la Guerra Civil Española. Con todo este “arsenal” tendría que ser muy cruel para decir que es ñoña, simplona y algo insulsa... merece la pena leer las seiscientas cuarenta páginas, si eres un amante de los perros y quieres saber más acerca de la nobleza de estos animales que sin dudarlo son “leales” a sus amos y a quienes les demuestran amor.
Estructura sin complejidad, lenguaje muy ameno, acción garantizada, personajes de fácil seguimiento y buen grado de empatía, diferentes escenarios dentro y fuera de Europa, ritmos cambiantes que animan a seguir en la “brecha”, hechos relatados cronológicamente que impiden perder el hilo de la historia y acontecimientos que se suceden con finales alternativos entre el drama y la alegría.
Lo que me ha permitido “salvar” la novela es encontrar una historia en la que ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos; y especialmente el no centrarse en nuestro nefasto pasado fratricida. Me ha gustado el arranque en la Revolución de Asturias, la presentación de la familia de Zoe, nuestra heroína, la llegada de “Campeón” su perro heredado, y la justificación de la trama de la novela a través del personaje masculino Luther, que por supuesto además de alemán parece “pluriempleado” ya que hace de todo y siempre muy bien hecho.
Líos de espías dobles, superhombres que tienen a su disposición barcos, aviones, coches y “lo que necesiten”, hermanos que todos desearíamos tener, alemanes malvados, montañas que acogen a evadidos políticos, refugios insospechados, brutales interrogatorios, granjas de adiestramiento, traiciones, peligros, chivatos... ¿se me olvida algo?; pues todo eso y más tienen en “Pacto de lealtad”, de manera que será un problema ubicarla en un género concreto a juzgar por los palos que toca.
Entretenida es, y documentada está, pero demasiadas mezclas para mi gusto que por supuesto no debe ser determinante. Destacar en favor de la novela que he aprendido el papel de los perros en momentos de guerra y en situaciones de salvamento; también sobre los centros de preparación y el papel de la Cruz Roja en ámbitos de conflictos bélicos. Además nos presenta los experimentos realizados por los nazis en el campo de los entrenamientos con objetivos “asesinos” en un intento por recuperar razas de perros extinguidas y las ansias por “producir” a través de mezclas, un arma letal más de las muchas de las que hicieron gala en su paso por la Historia.
Con rasgos de thriller, no quiero despreciar un relato donde aparecen nombres como Himmler, Goëring y otros monstruos del nazismo y porque reconozco la grandeza de Giner al dedicarle un homenaje tan merecido a los “leales” compañeros de los hombres, a todos y cada uno de los “campeones” que hacen las vidas de quienes los disfrutan más “grande”.


Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad y tuvo todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos”.