El
título de la novela póstuma de Ana María Matute, me permiten
expresar que en todas las familias hay verdaderos demonios que te
amargan la existencia desde mucho antes de saber que existen,los
presientes porque se hacen notar,porque van de un lado para otro
ennegreciendo los caminos que recorren, dejando una huella difícil
de borrar,agresiva y despiadada. Personalmente cuento con una
reducida lista de “demonios familiares” propios y adoptados que
en su momento consiguieron “nublar” mi universo pero que con maña
y sabiduría he sabido esquivar y arrinconar en el desván de mis
recuerdos, al que nunca subo para no bajar cargada de sombras que
tapen la luz que necesito para iluminar mi vida.
Tras
esta desahogada introducción os cuento que Ana María no tuvo la
oportunidad de acabar esta obra, la muerte, el peor de los
“demonios”, le arrebató esa oportunidad; es por ello que lo más
original de la misma es su final completamente abierto y libre para
que cada lector se atreva a rematar lo que el destino no permitió a
su autora.
Ajustada
a la narrativa de esta escritora, la novela es el relato de un
repertorio de amores fraternales al amparo de un marco histórico
pre-bélico en la España inmediata a la Guerra Civil. No es la típica
narración de buenos y malos, la guerra no es la protagonista, lo
importante es el entramado de sentimientos que deambulan por la casa
familiar de Eva, la casa de su padre, de su hermano de su niñera y
en especial la atmósfera en la que se respiran silencios pasados y
presentes; esos que contribuyen a consolidar dramas insuperables,
traiciones, rencores sin curas, comunicación muda, aislamientos
eternos...
Dividida
en dos partes que nos vienen dadas gracias al antes y el después
de un secreto y su revelación. Personajes sencillos, con
descripciones limpias, estáticos, con papeles definidos en el inicio
de la obra y carentes de evolución por la repentina marcha de la
autora. De entre todos destaca la pequeña Eva que tras su regreso
del convento se enfrenta al hogar lleno de secretos, soledades de
hormigón y estallidos de amor imprevisibles de la mano de la trama
de este corto pero sincero relato con todos los ingredientes y
simbolismos que siempre definieron a la “Matute”.
Se
ha considerado un homenaje a la autora y desde mi ojo de lectora solo
puedo decir que le daba vueltas al libro buscando las páginas que
pensé que le faltaban, porque no podía creerme que estuviera ante
el final de lo que para mi era casi el principio o como mucho el
centro de una buena novela. No me he atrevido a imaginar un cierre,
esos son privilegios que solamente se les otorga a los que saben
deleitarnos con su buen hacer en las letras.
No
todo tiene que ser perfecto, en esta ocasión lo abierto prevalece
sobre lo cerrado; “una vez no son veces”.
“No
me salen bien las cuentas de la vida, o me sobran noches o me faltan
días; todos los minutos que no he estado contigo son demonios que
ahora viven conmigo”.