Estábamos
recogiendo las últimas cosas que nos solemos llevar del “curro”
el día del claustro final, cuando recorrí el pasillo de la
biblioteca de mi centro para repasar sin prisas las estanterías y
elegir algunas obras para tener reservas de cara al tiempo libre que
el “veranito” tiene a bien concedernos, tras un curso que llegó
a su fin “victoriosamente”. En ese momento topé con algunas
novelas de literatura acerca de la cultura china y sin dudarlo elegí
varias y entre ellas se encontraba esta sencilla y brutal novela que
instintivamente se vino conmigo sin dudarlo pero tampoco sin motivo
especial para ello.
Solamente
125 páginas le dedica su autor a la narración de un viaje que el
anciano señor Linh realiza en una huida desesperada por los
devastadores efectos de una guerra que ha acabado con todos los
miembros de su familia a excepción de su nieta que le acompaña en
este dramático periplo. El lector se enfrenta a una trama con un
principio impactante y un desenlace inesperado, lo hace gracias a la
sencillez del lenguaje empleado y descubre en cada páginas un
repertorio de valores asociados al objetivo de un abuelo rodeado de
barreras y límites insalvables y convierte su coraje en una lección
de supervivencia...
Es
posible que la grandeza de la novela no se capte al principio y pueda
parecer una narración dolorosa, de soledades, miedos y retos en un
mundo hostil; pero cuando se finaliza, se comprende la verdadera
esencia de la misma. La clave está en las últimas páginas y no se
puede desvelar, solamente recomendar que en la lectura se esté muy
atento a las pistas que el autor deja a lo largo de cada frase.
Conmovedora,
aleccionadora, especial y por supuesto inolvidable.
“La
mitad de la belleza depende del paisaje, y otra mitad del hombre que
lo mira”.